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Conducta y regalos

Las Cortes Generales preparan un nuevo Código de Conducta y que afecta a la admisión de regalos por parte de sus señorías. El Congreso ya había aprobado en 2019 su propio Código Ético inspirado en el capítulo tercero del Título I del Reglamento del Congreso de los Diputados (artículos 15 a 19)  y que recoge los deberes de los Diputados como tales preceptos que han servido de pauta de comportamiento de los parlamentarios.

El nuevo Código, que tendrá validez para ambas Cámaras y que tienen que dar ambas su aprobación, prohibirá aceptar regalos que superen los 150 euros y obligará a los parlamentarios a comunicar las actividades que hayan desarrollado cinco años de antes de obtener sus actas y que puedan condicionar su actividad política o les hayan proporcionado ingresos económicos.

Uno de los cambios en relación con el hasta ahora vigente es que  el nuevo código deja patente que los parlamentarios no podrán aceptar regalos, favores o servicios que les sean ofrecidos por su cargo o pueda entenderse que buscan influir en su labor parlamentaria como ya se contemplaba, sin embargo se especifica que tampoco podrán aceptarlos «su entorno familiar». En cuanto a la cuantía de esos presentes, como antes indicamos, ahora está fijada en los ciento cincuenta euros, cuando hasta el momento no se establecía ningún valor.

En ese mismo borrador se determina que sus señorías deberán comunicar las donaciones, obsequios y beneficios no remunerados de cualquier naturaleza que hayan obtenido para sí durante los cinco años precedentes, afectando también a viajes e invitaciones a actividades culturales o deportivas que, “por su valor económico o cualquier otra circunstancia puedan ser relevantes a efectos de un eventual conflicto de intereses”. Igualmente los parlamentarios quedan obligados a informar de las organizaciones no gubernamentales, fundaciones o entidades similares a las que contribuyan o haya contribuido ya sea económicamente o altruistamente.

En el Código anterior se señalaba que buscaba “reforzar el buen nombre del Parlamento y la relación de confianza entre los ciudadanos y sus representantes” y dejaba constancia que los diputados deben actuar con integridad, honradez, responsabilidad y de forma desinteresada para la consecución del interés general y con respeto hacia los demás miembros de la Cámara y a la ciudadanía en general, y con plena transparencia en su actividad pública”.

Obviamente esta filosofía debe prevalecer en cualquier Código de conducta y se da por hecho que es algo innato al político. Se da por hecho. Todo lo demás son avatares del destino.

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Mensajes a flor de piel

Una de las consecuencias de la pandemia COVID es que la sociedad se ha visto obligada a cambiar sus hábitos sociales, entre ellos, el uso obligatorio de las mascarillas protectoras lo que, como comentábamos en otro artículo, ha puesto el valor el lenguaje de la mirada, dado que el resto de nuestra cara permanece oculta y no podemos expresar con ella ningún gesto de comunicación.

Sin embargo, esa mascarilla se ha convertido en un exponente de información, dado que muchas personas optan por usar estas protecciones “tuneadas” y se implantó la moda de añadir símbolos a las mismas. Lo que sucede es que en muchas ocasiones, algunas se parecen más a un anuncio por el mensaje que incorporan. De seguir así, se implantarán las mascarillas esponsorizadas.

El hecho es que cuando esta máscara es utilizada por políticos, la misma exterioriza su cultura ideológica, pues suele siempre expresar un mensaje a flor de piel que corresponde a su ideario. Un ejemplo reciente han sido los actos conmemorativos del 12 de octubre celebrados en el Palacio Real donde vimos todo tipo de complementos unos con más mensaje que otros.

Así por ejemplo, todas las miradas estaban puestas en el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias quien portaba una mascarilla de color verde agua con el logotipo de la marca 198, una referencia republicana e incluyendo un mensaje en defensa de la sanidad pública. No es la primera vez que lo hace pues en el Senado ha llevado esta misma mascarilla.

En ese mismo acto, otros dirigentes políticos llevaban estos accesorios acordes con su estilismo institucional. Pedro Sánchez y Pablo Casado, color negro con la bandera de España; la vicepresidenta del Gobierno, tono amarillo con escudo España; el alcalde de Madrid, color azul con bandera española; la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, sencillamente blanca; la Presidenta de Navarra con el escudo de esta Autonomía. No obstante, han predominado las mascarillas quirúrgicas-los Reyes las llevaban y la mayoría de los ministros, incluso el otro ministro podemita Garzón-.

En consecuencia, el uso cotidiano de las mascarillas-y que se va a prolongar-, empezó exclusivamente como tal elemento protector de nuestra salud, pero poco a poco surgieron diseños, tendencias y modas, se personalizaron y adquirieron su valor como generadores de mensajes y a veces se asemejan a pequeños escaparates que nos solapan parcialmente la cara, pues en ocasiones predomina la publicidad.

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Fiesta Nacional

El doce de octubre sigue siendo fiesta nacional…de momento, porque en este país tan cambiante nunca se sabe. En cuanto a las formas de denominar esta fecha, ha sufrido evolución: Día de la Raza-hoy políticamente incorrecto-, Fiesta de la Hispanidad y ahora sólo como tal Fiesta Nacional-claro que los maños están más exultantes como la Fiesta del Pilar-.

En este siglo XXI y más específicamente, en el último año, esto de las celebraciones nacionales están condicionadas por la cultura política de cada momento y más aún, de cada lugar. Es obvio que no es lo mismo celebrar el 12 de octubre en Zaragoza que un poco más arriba de nuestro mapa-geográfico y político-.

Tradicionalmente, la conmemoración del 12 de octubre se enmarca en un Desfile militar y una ceremonia que ofrecen los Reyes quienes organizan una recepción oficial en el Palacio Real a la que invitan a representantes de los distintos estamentos de la sociedad española. Lo que ha ocurrido este año es que debido a la situación epidemiológica que ha provocado el COVID, el formato de esta celebración se minimizó y únicamente se centró en un acto castrense desarrollado en la Plaza de Armería de dicho recinto ciñéndose al izado de bandera, homenaje a los que dieron su vida por España, una imposición de condecoraciones y un breve desfile terrestre.

Por supuesto que uno de los movimientos protocolarios de esta celebración ha sido el recibimiento a la Familia Real con los correspondientes saludos, lógicamente, ninguno físico. Y ha sido precisamente esta imagen la que todos estaba buscando, para saber cómo los miembros podemitas del Gobierno, republicanos confesos, correspondían a los saludos del Rey en el momento que éste recorría la línea de salutación donde estaban los altos representantes de los poderes del Estado. Pues bien, como no podía ser de otra forma, el líder de la formación morada y vicepresidente del Gobierno y quien enarbola su cruzada contra la monarquía-olvidando que él mismo está en una cámara legislativa de una monarquía constitucional-, se limitó a hacer un mínimo movimiento de cabeza, como quien se encuentra con alguien por la calle, y obviamente, nada del gesto protocolario que se suele hacer cuando se saluda al monarca.

A todo esto, el único saludo convencional que dio Felipe VI, estrechando la mano a los miembros de las Fuerzas Armadas que condecoró y en representación de todo el personal militar que participó en la “Operación Balmis” en la primera ola del COVID. Ha sido un saludo “profiláctico”, dado que todos iban con guantes de gala.

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Dignidad real

Hay algo que es incontestable e incuestionable: “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria” (punto 3 artículo 1 de la Constitución). Respecto al soberano “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes” (punto 1 artículo 56). “Los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los Ministros competentes”(punto 1 artículo 64).“La justicia emana del  pueblo y se administra en  nombre del Rey  por  Jueces y Magistrados integrantes del  poder judicial” (punto 1 artículo 117)

Sacamos esto a colación a tenor de lo sucedido con la ausencia de Felipe VI en el acto de entrega de la 69 promoción de despachos a los futuros jueces celebrado en Barcelona, sede de la Escuela Judicial y que ha generado una polémica, cuando la Casa Real días antes había confirmado su presencia, pero el Gobierno decidió que no estuviese en este evento, debido a cuestiones políticas y que ello supusiera que su presencia molestase a algunos partidos catalanes de tendencias independentistas.

Desde que se creó esta institución en 1977, siempre el rey-antes Juan Carlos I- había presidido esta ceremonia. Esta situación suscitó un revuelo en el ámbito judicial, entendiendo que la figura del monarca es imprescindible en estos actos-Felipe VI acababa de participar en la Apertura del Año Judicial- El pasado año, no hubo ningún problema con la presencia del rey en esta misma ceremonia de entrega de despachos, pues la misma se llevó a cabo en Madrid por los actos de conmemoración del 40 aniversario de la Constitución.

El presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, quien finalmente presidió esta ceremonia, en su discurso puso de relieve el «enorme pesar por la ausencia del rey que rompe una tradición de 20 años», recordando que responde al «especial vínculo constitucional de la Corona con el poder judicial, ya desde la Constitución de Cádiz de 1812, y que sirve además para resaltar la dignidad de su función”. Y enfatizó «que la administración de la Justicia se hace en nombre de quien simboliza la unidad y permanencia del Estado» considerando que la presencia del monarca «va mucho más allá de lo protocolario porque es una expresión de apoyo de la corona al poder judicial en su defensa de la Constitución».

Cómo están las cosas que el mismo ministro de Justicia-Notario Mayor del Reino-reconoció que había propuesto a CGPJ aplazar este acto para evitar tensiones y añadió que el Gobierno actuó en función de unas razones que «desaconsejaban la presencia» del propio Felipe VI en la capital catalana, dixit Juan Carlos Campo.

Es obvio que se ha producido un cruce de Poderes del Estado, cuestionando la propia Jefatura del mismo.

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Banderas y banderas

La comparecencia en rueda de prensa por parte del presidente del Gobierno y de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, tras su encuentro oficial en la sede de esta institución, ha impactado más por las declaraciones en sí de sendos políticos, por la escenografía montada en el lugar elegido para esta aparición pública.
Veinticuatro banderas de España y de Madrid, ha sido el llamativo fondo a efectos de cortinaje, del escenario habilitado en el interior de aquellas instalaciones, moqueta roja incluida-color solemne- y dos atriles para ambos intervinientes. Una imagen que nos recuerda la parafernalia norteamericana en campañas y debates electorales y que prodiga hasta la saciedad la exhibición de la emblemática enseña de “barras y estrellas”. Al parecer, la idea de este montaje salió de Moncloa.
No es la primera vez que Pedro Sánchez hace apariciones públicas arropado por la bandera de España, lo que obviamente no deja de ser un mensaje, aunque es cierto que esta moda no la prodiga por cualquier sitio de esta España invertebrada que diría Ortega y Gasset; más que nada, por no molestar, ya que sabemos que en algunas zonas de nuestra geografía, a algunos dirigentes autonómicos le salen sarpullidos si tienen que compartir su espacio con la rojigualda y que para ellos suele ser la cenicienta que tiene que dar prioridad a otras enseñas, de menor precedencia.
Y es que en esto de exhibir la bandera de España, los mandatarios políticos se cuidan mucho de seleccionar donde hacerlo, puesto que saben, como decimos, donde puede molestar su presencia y en ocasiones, en estos sitios, optan por dar preferencia a la exhibición de la enseña autonómica, soslayando la española.
Dicho esto, se llega a la conclusión que para los políticos, el uso de la bandera es una acción o estrategia de marketing con la que transmiten en ese momento un mensaje concreto, obviando, lo que es grave, la aplicación de la Ley 39/1981 de 28 de octubre y que regula el uso de la Bandera de España y otras enseñas.

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Ejemplaridad de los cargos públicos

El Parlamento de Galicia celebró la sesión solemne de apertura de la XI legislatura donde el presidente del mismo, Miguel Ángel Santalices tuvo su habitual protagonismo con su discurso-declaración institucional y cuyo tono ha sido en la línea de su intervención hace cuatro años.
En aquella ocasión, empezaba su discurso pidiendo “que esta sea la legislatura del respeto institucional” agregando que en el ejercicio de sus funciones velaría por ello pidiendo la implicación en esta tarea por parte de todos los grupos de la cámara.
Pues bien, en su reciente intervención abriendo la nueva legislatura, instaba a los integrantes de la Cámara a “dedicar al menos tanto esfuerzo a forjar acuerdos como a escenificar las diferencias”, subrayando que “la ejemplaridad de las personas que ejercen cargos públicos se torna en una exigencia ineludible, tanto en el ejercicio de las responsabilidades que nos han sido encomendadas, como en nuestro proceder cotidiano en el ámbito privado”.
Igualmente, puso de relieve que formar parte del Parlamento de Galicia es “un honor y una responsabilidad que debería situarse por arriba de los intereses partidistas y de los postulados ideológicos en los que, legítima y democráticamente, cada cual milita”. Continuó explicando que hay que seguir esforzándose para “mudar la imagen social del Parlamento de Galicia, con el objetivo último de conseguir que los gallegos conozcan y valoren el trabajo que aquí se hace”, precisando que, “en excesivas ocasiones, la institución es percibida cómo alejada de la calle y desconectada de los problemas reales de la gente”. Enfatizó en que urgía entre todos restablecer el crédito social de las instituciones “a partir de comportamientos individuales caracterizados por la ejemplaridad, la transparencia y la honestidad, con un escrupuloso respeto al marco normativo del que nos dotamos”.
En el colofón de su declaración institucional, M.A. Santalices evocó el clima que predominaba en las sesiones del primer Parlamento de Galicia, invitando a todos los miembros de la Cámara a “inspirarnos en las formas y en el fondo de aquel Parlamento , en el que la precariedad de medios se suplía con un escrupuloso respeto a las formas, una oratoria cuidada y una permanente búsqueda del consenso, como quedó acreditado con la aprobación, por unanimidad, de buena parte del corpus legislativo sobre lo que se puso en marcha nuestro autogobierno”.
Ortega y Gasset escribió “El Parlamento es representación, mero reflejo y sombra de la realidad política exterior” y añade “el único lugar donde no está un pueblo es aquel en que está su representación”.

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Nuevos tiempos, nuevos tipos de actos

Otra de las consecuencias del COVID es cómo afecta a nuestro devenir cotidiano en lo que atañe a la participación en la vida social, especialmente en el ámbito sociocultural-espectáculos como cine, teatro, conciertos, exposiciones, etc-. Las nuevas normas contempladas en eso que eufemísticamente el Gobierno ha denominado “nueva normalidad”-que no deja de ser una absoluta redundancia-, obligan a una serie de medidas de índole profiláctica o preventiva que condicionan la organización y celebración de esos eventos.
De esta manera, hay que considerar una serie de circunstancias en cuanto a la gestión de actos abiertos al público y todavía más en función de si éstos se celebran en espacios cerrados o al aire libre contemplando las medidas de distanciamiento de seguridad en salas, pabellones y espacios de acuerdo al aforo definido y delimitando zonas entre pasillos para la circulación de asistentes. Lo mismo en cuanto a prever colas de acceso que estarán debidamente marcadas y en ocasiones disponiendo de catenarias o cintas separadoras y en algunos casos la implementación de sistemas de conteo de personas y control de acceso-tanto automáticas como manuales-.
Es obvio, por otro lado, que los asistentes a cualquier acto, han de disponer a la vista de las normas que han de observar en todo momento y sobre todo las que son obligatorias como sucede con las mascarillas y advirtiendo a propósito del cumplimiento de los protocolos de higiene y distancia de seguridad y la aplicación del derecho de admisión para el supuesto del incumplimiento de dichos protocolos.
Y si ese acto incluye un servicio de catering, también su operativo está pautado, pues debe prestarse en condiciones de seguridad, evitando la presentación a granel de los productos o cualquier forma de disposición que no evite el contacto entre participantes recomendándose el formato en porciones individuales, productos estuchados o empaquetados; cafés e infusiones servidos en vasos desechables cerrados dentro de un buffet atendido por personal.
Los nuevos tiempos postcovid contextualizan cualquier evento cuando es presencial, pues limitan aforos que condicionan la propia naturaleza del mismo y el público asistente tiene que participar mentalizado respecto a que debe observar una serie de pautas preventivas y que en muchos casos afectarán a su relación intersocial con otras personas. Digamos que condiciona la propia calidez intrínseca del acto.
Es indudable que necesariamente será una etapa de transición que no se sabe por cuanto tiempo se va a prolongar, pero mientras tanto, es preciso que cada uno respete estas nuevas normas y pautas sociales de convivencia.

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Realeza y monarquía

La monarquía española y de paso también la realeza, nuevamente está atravesando por una situación controvertida como sucedió en su momento con el procesamiento del Duque de Palma y esposa de la Infanta Cristina. Ahora el punto de mira está en el padre del actual soberano, don Juan Carlos y debido a su decisión de irse a vivir fuera de Zarzuela-y de España- a causa, tal como él mismo dejó constancia en la carta enviada a su hijo “de la repercusión pública de «ciertos acontecimientos pasados» y justificando que “he sido rey de España durante casi cuarenta años y durante todos ellos siempre he querido lo mejor para España y para la Corona».
La “convulsión social” ha surgido por el tremendo efecto mediático de esta determinación cuestionando la misma y convirtiéndola en un debate nacional, con sus detractores y sus partidarios. El propio rey honorífico anunciaba que se ponía a disposición de Fiscalía «para cualquier trámite o actuación que considere oportuna», que investiga el posible cobro de comisiones por la adjudicación del AVE a la Meca a empresas españolas.
Y esta circunstancia ha conducido a que se visibilicen algunas posturas críticas que reclaman que el anterior soberano renuncie a sus privilegios, entre ellos los protocolarios y de dignidad del cargo. Aunque conviene recordar que Don Juan Carlos de Borbón, padre de Felipe VI, continua vitaliciamente en el uso con carácter honorífico del título de Rey, con tratamiento de Majestad y honores análogos a los establecidos para el Heredero de la Corona en el Real Decreto 684/2010, de 20 de mayo y que está recogido en el RD 470/2014 de 13 de junio y que modifica el 1368/1987, de 6 de noviembre, sobre régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los Regentes y en cuanto a su prelación en el ordenamiento protocolario tanto el monarca honorífico como su esposa, se sitúan a continuación de los descendientes del actual rey.
Volviendo a la carta que don Juan Carlos le envió a su hijo justificando su decisión de abandonar la morada real, asevera en ella que “Mi legado y mi propia dignidad como persona así me lo exigen». Y por su parte Felipe VI destacó la importancia histórica que representa el reinado de su padre, “como legado y obra política e institucional de servicio a España y a la democracia” y al mismo tiempo reafirmado los principios y valores sobre los que ésta se asienta “en el marco de nuestra Constitución”
Mientras, Unidas Podemos proyecta una proposición de ley orgánica que regule todos los aspectos relacionados con la Jefatura del Estado, incluyendo un método legal para inhabilitar a Felipe VI.
Pese a lo que a muchos les cueste asumir, en España tenemos monarquía parlamentaria representativa en la que “el rey simboliza la unidad y permanencia del Estado, como titular de un poder moderador del funcionamiento de las instituciones democráticas”, dixit DRAE.

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Nuevos parlamentos

Galicia y País Vasco han constituido sus respectivos parlamentos autonómicos. Hasta aquí ambas noticias coinciden, pero donde no lo han hecho ha sido en la forma de asumir sus funciones, pues los vascos lo hicieron sin acatar la Constitución ni ninguna otra invocación reglamentaria y como único trámite protocolario ha sido acceder al escaño previa convocatoria de su nombre, sin más parafernalias.
Cosa distinta acaeció en el Pazo do Hórreo donde los diputados cumplieron, eso si cada uno a su manera, con el procedimiento de jurar o prometer el cargo e incluso alguno lo hizo con ambas opciones, como le sucedió al nuevamente reelegido presidente de la Cámara autonómica, Miguel Angel Santalices, quien en primera instancia prometió su cargo a continuación corrigió para jurarlo.
El titular de la Xunta optó por la promesa que también utilizaron la mayoría de los diputados, aunque los nacionalistas, fieles a sus convicciones, hicieron uso de sus “recursos habituales” para justificar el “imperativo legal”, añadiendo en esta ocasión «me comprometo a ser fiel a Galicia y a defender los derechos nacionales y sociales de las gallegas y los gallegos y su libertad». Y como complemento, el ya tradicional ejemplar de Castelao “Sempre en Galicia” que es como su catecismo de cabecera y también la aportación de un clavel por parte de los representantes del BNG y la rosa por los diputados socialistas.
Resulta incongruente que se constituya una Cámara autonómica sin asumir los preceptos legales que la han creado, como son los contenidos en la Carta Magna que contempla la Organización Territorial del Estado y la conformación de su autogobierno con arreglo a sus respectivos Estatutos como norma institucional básica de cada Comunidad Autónoma e integrados en su ordenamiento jurídico. Lo que pasa es que de un tiempo a esta parte, hay algunos gobiernos autonómicos que se olvidan que forman parte del sistema de poder y se olvidan que funcionan porque la Constitución los reconoce.
Por lo demás, la constitución de ambas instituciones estuvo caracterizada por la nueva imagen a que obliga las medidas preventivas del COVID-restricciones de saludos nada efusivos, tribuna sin público, los privilegiados estaban siguiendo el proceso en salas auxiliares, botes de gel hidroalcohólico, mascarillas, desinfección por parte del personal de limpieza de la Cámara…y la separación de los escaños mediante unas mamparas transparentes que no dejan de ser una barrera a la hora de condicionar la comunicación entre los parlamentarios.

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La fuerza de la mirada

El hecho de que tengamos que usar la mascarilla como medida profiláctica y dentro de nuestras relaciones sociales, está propiciando una nueva forma de interrelacionarnos con nuestros convecinos y sobre todo en el momento de saludarnos.
Es evidente que al tener parcialmente tapado el rostro, no resulta tan asequible manifestar nuestra salutación y además, la mascarilla sólo deja al descubierto nuestros ojos y de ahí la importancia de dominar este aspecto de la comunicación no verbal como es la fuerza de la mirada. Los gestos de los ojos están íntimamente ligados a las emociones más profundas del individuo.
Es posible que ello también signifique que en más de una ocasión nos crucemos con conocidos y por esa solapada circunstancia, obviemos el saludo, pero claro, nunca será una falta de cortesía, sino un “accidente” social. Y por eso ahora mismo cobra enorme importancia el poder de la mirada cuando compartamos espacio con otras personas, pues las conversaciones, en cuanto al aspecto visual, únicamente se van a ceñir a los ojos y al contacto ocular, dado que nuestra boca, que es otra señal de la comunicación no verbal, queda oculta. Y más que nunca, ahora, hay que tener en cuenta esa recomendación básica y que es mirar a los ojos de nuestro interlocutor.
Debemos recordar que mirando a la persona que nos habla le estamos manifestando que nos interesa lo que nos dice. Sin embargo, hay que procurar un exceso de contacto ocular o una mirada demasiado fija. Si retiramos la mirada durante una conversación, estamos mostrando desinterés o timidez e incluso puede entenderse como sumisión o sentimiento de superioridad. Perder el contacto visual mientras se mantiene una charla es representativo de falta de interés en el tema, inseguridad o que la plática se está alargando más de lo necesario.
Y también es oportuno que tengamos en cuenta que el lenguaje de los ojos forma parte del juego de las relaciones humanas y que la mirada correcta es la que se dirige a los ojos o a la zona superior de la cara (la que rodea a los ojos). No olvidemos que las miradas forman parte de un canal de información que emite mensajes en paralelo al del lenguaje hablado y que, por tanto, hay que saber usarlas para que ambos canales estén sincronizados. La mirada puede enfatizar lo que se dice o restarle importancia, e incluso desmentirlo. Evitar el contacto ocular directo suele revelar que una persona miente, al igual que una mirada esquiva y por el contrario, mantenerlo sin pestañear corrobora la sinceridad de lo que se dice.
En resumen, las buenas maneras recomiendan observar los ojos de la persona que nos presentan, con la que se dialoga, con la que debemos mantener un contacto visual caracterizado por la mesura.

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