Artículos

La Marca España

Qué se quiere vender con eso de “Marca España”?. Si nos atenemos al enunciado que aparece en la página oficial su objetivo es “mejorar la imagen de nuestro país, tanto en el interior como más allá de nuestras fronteras, en beneficio del bien común. En un mundo global, una buena imagen-país es un activo que sirve para respaldar la posición internacional de un Estado política, económica, cultural, social, científica y tecnológicamente”.

Y ahora nos preguntamos que imagen hemos dado cuando nuestro heredero a la Corona se quedó en tierra debido a una avería en el avión que le iba a trasladar a São Paulo y donde estaba previsto que Su Alteza Real inaugurara el Foro de Inversiones y Cooperación Empresarial, evento organizado por el ICEX, en colaboración con la Federación de Industrias del Estado de São Paulo y la agencia “Investe São Paulo”. Era, además, un viaje de contenido eminentemente económico, de estricta diplomacia económica con el propósito de captar inversiones, esto es,  vender la Marca España y facilitar el acceso a los emprendedores españoles.

Oficialmente, sobre este incidente, la Casa Real se limitó a explicar que “debido a una avería en el avión que iba a trasladar a Don Felipe a Brasil, el viaje ha tenido que suspenderse. El Príncipe de Asturias estará presente a través de mensajes audiovisuales en las actividades en las que iba a participar”.

Pero queremos ir más allá de la noticia y elucubrar sobre cómo nos verán más allá de nuestras fronteras, donde se estarán preguntando cómo pudo suceder lo que sucedió y si no había alternativa- al parecer, la otra aeronave estaba en revisión-. Tampoco deseamos profundizar en cómo el Príncipe esperó estoicamente varias horas a que se intentase solucionar el problema. Todo esto no es que contribuya mucho a dar “buena imagen en el exterior” y ayudar a que nos tengan en un mejor concepto. O sea, que para “vender imagen de España”, es obvio que tenemos que dar esa buena imagen.

 

“Nuestra imagen debe responder a la realidad presente de nuestro país”, se dice en otro párrafo de la explicación oficial de lo que se entiende por “Marca España”. Pues si la realidad es que el Príncipe heredero no puede viajar por cuestiones mecánicas del medio de transporte que iba a utilizar, apaga y vámonos.

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Artículos, Educación

Con la iglesia hemos topado

Y nunca mejor dicho podríamos aplicar esta expresión  a nuestro comentario porque viene perfectamente a colación sobre lo que queremos hablar. Y no es que queramos hablar del poder de la Iglesia, sino de cómo sus representantes están preocupados por el poder político.

Porque como estará el clima sociopolítico de este país llamado España, que hasta el mismo presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Antonio María Rouco Varela, ha hecho una llamada de atención a los representantes del estamento político, en el sentido de respetar las normas de convivencia. Lo hizo aprovechando su intervención ante la Asamblea Plenaria de los obispos.

En varias ocasiones nos hemos hecho eco en otros comentarios del comportamiento de algunos de nuestros políticos- sea señorías, ilustres o excelencias- que pierden las formas en el ejercicio de su actividad y además lo hacen dentro de un marco tan solemne como es el hemiciclo de una Cámara legislativa, sea ésta del Estado o autonómica.

El arzobispo de Madrid dijo que «la unidad de la nación española es una parte principal del bien común de nuestra sociedad que ha de ser tratada con responsabilidad moral» y añadió que «a esta responsabilidad  pertenece necesariamente el respeto de las normas básicas de convivencia –como es la Constitución española– por parte de quienes llevan adelante la acción política». Y aludió igualmente a «los criterios morales y pastorales», según los cuales «deben regirse la vida de la comunidad política en orden a la promoción del bien común».

Curiosamente, hace unos días, otra dignidad eclesiástica, el obispo de Ourense, monseñor Leonardo Lemos, en su homilía con motivo de la festividad de san Martín de Tours, patrono de la dicha diócesis, y delante del alcalde de la ciudad, pedía más diálogo entre la clase política, argumentando  que “estamos asistiendo a un fenómeno que nos preocupa a todos, la creciente desafección de nuestro pueblo con respecto a nuestros gobernantes” y aludió a esas situaciones que se viven plagadas de discordia y discusiones estériles “que tantas veces obstaculizan el diálogo constructivo y fructífero para el bien común de nuestros ciudadanos”.

Parece pues que la Iglesia ha decidido contribuir a que se instale en nuestra sociedad un clima de convivencia, pero principalmente entre los representantes públicos que en su condición de diputados, senadores o concejales, entre otras representaciones, esporádicamente protagonizan escenas nada gratificantes y se comportan atentando contra las más elementales normas de educación y saber estar y esa es la percepción que la sociedad tiene de ellos y que luego se refleja en los barómetros del CIS.

Respeto, educación y observancia de las pautas de convivencia y relaciones sociales. Esa es la fórmula para vivir armónicamente en sociedad. El barón de Montesqiueu decía “por lo que somos educados es por orgullo: nos halaga usar formas que demuestren que no somos de baja cuna”.

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Educación, parlamentos

Cortesía parlamentaria

Está visto que nuestras cámaras legislativas, tanto la del Estado como las autonómicas, siguen siendo foco de escenas nada gratificantes para el buen clima parlamentario que además es el que debe darse en estas instituciones cuya finalidad es consagrarse a la aprobación de leyes.

Nos estamos refiriendo al pasado incidente en el que el diputado de las CUP David Fernández esgrimió una sandalia durante la comparecencia del ex presidente de Bankia, Rodrigo Rato en la comisión de investigación del Parlamento catalán sobre las cajas de ahorro. Y al propio tiempo, acompañó el gesto exclamando «nos vemos en el infierno. Su infierno es nuestra esperanza. (…) Hasta pronto, gángster. Fuera la mafia». Esto del calzado tampoco es nuevo, porque hace años el diputado nacionalista gallego Xosé Manuel  Beiras hizo lo propio en una sesión siendo presidente de la Xunta, Manuel Fraga.

Obviamente, estos comportamientos ya empiezan a reproducirse casi miméticamente y de hecho todavía tenemos recientes las imágenes en ese sacrosanto espacio como es el Congreso de los Diputados con “estriptease” de público y diputados descamisados en acciones de protesta.

Qué tiempos aquellos a los que se refería José María Pemán cuando se refería a la Cámara baja, diciendo que “En España los Congresos de los Diputados siempre han sido una gran tertulia política, donde se decían bonitos discursos y se divagaba sobre todo lo humano y lo divino. Desde allí jaleaba a los oradores. Y estos, arrastrados por el aplauso, pensaban en lucirse más que en hacer cosas prácticas para España”.

Y después, a nadie extraña que en las encuestas o barómetros del CIS, descienda vertiginosamente el concepto que la ciudadanía tiene de su clase política, porque valora esa forma de comportarse públicamente y aunque, afortunadamente sólo son casos aislados, lamentablemente, éstos son los que tienen más repercusión mediática.

Por eso se pide más que nunca que en estas instituciones camerales impere la cortesía parlamentaria, que se discuta respetando las opiniones y las ideas del adversario, que se delibere y se dialogue. En resumen, que se haga gala de un correcto comportamiento para ejemplo de la ciudadanía cuyos votos han puesto en ese lugar a dichos representantes y a éstos se les tributa un reconocimiento en función de sus méritos y del cargo.

La propia Ley de Transparencia obliga a los representantes públicos a mantener una “conducta digna” y tratar a los ciudadanos “con esmerada corrección”. Palabras sobre papel.

Decía Arthur  Schopenhauer que “la cortesía se funda en una convención tácita para no notar unos en otros la miseria moral e intelectual de la condición humana. Cortesía es prudencia; descortesía es, pues, necedad”. Apliquémoslo.

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Educación

Ley de convivencia educativa

La Xunta de Galicia promulgó la ley 4/2011, de convivencia y participación de la comunidad educativa y para desarrollarla, articula un decreto uno de cuyos objetivos es “contribuir a un buen clima de aula y de centro”, según explicó el conselleiro cuando lo presentó. Tal como se contempla en el artículo 3 de dicha ley, que habla de los fines, se persigue “la garantía de un ambiente educativo de respeto mutuo que haga posible el cumplimiento de los fines de la educación y que permita hacer efectivo el derecho y el deber de aprovechar de forma óptima los recursos que la sociedad pone a disposición del alumnado en el puesto escolar”.

Esa convivencia se sustenta básicamente en lograr un clima armónico mediante el respeto entre alumnos y profesores, de evitar acciones de discriminación y acoso o sea, de comportarse correctamente, con educación. Según esta disposición, los centros  serán los encargados de articular medidas de “detección, prevención y reeducación de conductas contrarias a la convivencia en el aula”, que plasmarán en un Plan de Convivencia en el que podrán incluir aspectos relacionados con el vestuario o el uso de teléfonos móviles en el aula, entre otros casos. Otras previsiones son las «aulas de convivencia inclusiva», que nacen con la vocación de sustituir a las expulsiones temporales de alumnos en los casos en que, por ejemplo, se les prohíba a priori llevar el velo islámico.

Mientras perdura la polémica en pleno debate cameral sobre la Ley Wert, mientras se cuestiona el modelo educativo, en los centros escolares se continúa con la preparación de nuestros jóvenes y ello conlleva muchas veces situaciones que requieren resolverse con mucho tacto, precisamente, como dice esa Ley más arriba mencionada, en aras a resolver esos conflictos que surgen y que atentan contra ese clima de convivencia que se desea en un espacio donde se imparte enseñanza y que al mismo tiempo, debe fundamentar sus conocimientos en la bases del respeto y de la disciplina.

Pero al margen de las acciones preventivas y de disciplina que contiene tanto la ley como el decreto que la desarrolla- y donde además se aboga por la potenciación de las escuelas de madres y padres “como elemento dinamizador de la participación”, identificación de conductas contrarias a la convivencia- lo lamentable es que haya que regular mediante disposiciones legales la armonía en las aulas y por lo tanto, hay que analizar el por qué se llega a esta situación y localizar donde falla el sistema.

Hoy en día resultan atávicos los consejos contenidos en aquellos manuales de urbanidad de principios del siglo XX, que siempre incluían una referencia al comportamiento en el colegio como “saludar cariñosamente y con pocas palabras al maestro; respetarle y obedecerle” o levantarse “siempre que el maestro lo mande o cuando se hable con él o entre en el aula alguien superior o algún forastero”.

También, Plutarco en “Moralia” pone de relieve todos los principios relacionados con la educación, siendo ésta una tarea corresponsabilidad de padres y pedagogos.

Dicho lo expuesto, todo esto nos tiene que obligar a hacer una profunda reflexión sobre nuestro sistema educativo.

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Banderas, Comunicación

La bandera como mensaje

Decía el sociólogo Marshall Mac Luhan que el medio es el mensaje o si quieren, el mensaje es el medio. Pues esta aseveración con claros tintes de aserto, es el que se puede aplicar perfectamente a lo que sucedió en Barcelona con ocasión de la celebración el pasado 12 de octubre del Día de la Hispanidad.

 

Como ya conocemos, ese día, miles de ciudadanos salieron a la calle para exhibir en una perfecta comunión y simbiosis la señera catalana y la bandera de España, como un acto de demostración política, esto es, que Cataluña es España y por eso ambas enseñas ondearon paralelas. Lo que contrasta con los dirigentes de la Generalitat que, haciendo caso omiso de la Ley que les obliga a exhibir juntas ambas banderas, sólo comparecen en actos oficiales y en instituciones con la señera y eso si, a su lado, en ocasiones, la bandera de la Unión Europea, lo que se traduce en un claro mensaje: somos Europa, pero no somos España. Obviamente, mensaje lanzado desde el segmento independentista catalán, lo que implica una vulneración a los principios del Estado constitucional, pues tanto la bandera de España como las autonómicas, están contempladas en la Carta Magna- título preliminar 4.2 “Los Estatutos podrán reconocer banderas y enseñas propias de las Comunidades Autónomas. Estas se utilizarán junto a la bandera de España en sus edificios públicos y en sus actos oficiales”-.

 

Digamos que aquella manifestación ha sido un ejercicio de comunicación. La comunicación afecta a la vida social en su conjunto y el público se confunde con la sociedad. La práctica de la comunicación se basa en la de la vida social en general. Y en este caso, se ha utilizado la bandera como instrumento.

 

En más de una ocasión hemos comentado que cuando en un evento utilizamos banderas, éstas no son un mero objeto de ornato, aunque para muchos profanos esto es así, pues su colorido da ambiente al escenario y “quedan bien” lo mismo que unas flores. La bandera como elemento protocolario tiene un patente mensaje, pues ella misma conlleva un mensaje en función de lo que representa.

 

Es un símbolo que tiene un enorme valor en el sistema de la comunicación. Recogiendo las palabras de otro sociólogo, Alain Bourdin, “toda sociedad es reducible a un sistema de comunicación, porque las instituciones y la organización social pueden ser siempre definidas como “media” o “mensajes”. Ya veces son las dos cosas al mismo tiempo”.

 

Así pues, entendamos el valor comunicativo de las banderas y en función del mismo, tenemos que usarlas aplicando en nuestro caso el lenguaje protocolario.

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