La estabilidad laboral es una prioridad para cualquier persona. Hay actividades profesionales que tienen más asentamiento que otras y por lo tanto, aquellos que las desempeñan trabajan con más seguridad y confianza. Claro que esta aseveración posiblemente no sea la más apropiada en estos momentos en los que estamos inmersos en una delicada- crítica en unos ámbitos más que otros- situación económica y que indefectiblemente incide en el empleo.
En otro artículo poníamos de manifiesto precisamente la apremiante necesidad de que el mercado absorba a los profesionales del protocolo; no sólo a los que llevan tiempo como tales, desarrollando trabajos esporádicos como asesores independientes o los que han creado una empresa y se aventuraron en esa siempre arriesgada plataforma que es el trabajador por cuenta propia, eufemísticamente denominado “autónomo”, sino a las nuevas generaciones que de un tiempo a esta parte se están formando en distintas instituciones universitarias, además, una vez reconocido el grado oficial.
Lo que ocurre es que este es un proceso que va a su ritmo y que por lo general es parsimonioso, porque primero, ese mercado, tiene que creer en el papel del profesional del protocolo y de la organización de eventos y luego sentir la necesidad de contar con sus servicios. Para ello, es preciso que se tenga claro cuál es en realidad la función para la que está capacitado y en qué ámbitos puede llevarla a cabo. Como otras veces también hemos puesto de relieve, no ocurre lo mismo, por ejemplo, con los Gabinetes de Comunicación, donde se sabe cual es el papel de un periodista en los mismos.
Y de la misma manera, es necesario que con total independencia y autonomía, funcionen los Gabinetes o Departamentos de Protocolo, y que los profesionales adscritos a ellos, sean reconocidos como tales y su trabajo puesto en valor. Trabajo por otro lado, que puede y debe realizarse en paralelo y conjuntamente con el del Gabinete de Comunicación, porque como así mismo hemos dicho en otra ocasión, unos convocan la rueda de prensa- los periodistas- y otros organizan su puesta en escena- los expertos en protocolo-. Cada uno en su sitio y todo sale perfecto.
Uno de los objetivos de nuestra Asociación Española de Protocolo pasa por no regatear esfuerzos en todo aquello que redunde en beneficio de la legitimación del profesional del protocolo, en valorar socialmente el desempeño de su función, sus competencias y cometidos y todo aquello que a la postre contribuya a dignificar nuestra actividad y situarnos en el mismo nivel que otros profesionales que desarrollan su gestión en otros ámbitos, con sus mismos derechos como cualquier otro trabajador y en este caso, especializado.
Es un camino que tenemos que recorrer juntos, y retomando los versos de Machado “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Legitimando nuestra función, convirtiendo al profesional de protocolo en un referente, será más fácil que el mercado empiece a demandar sus prestaciones porque ve necesaria su intervención. Si reclamamos una sociedad de formas, entonces confiemos esta misión a los competentes en la materia.
Tengamos la confianza que este momento por el que atravesamos y en el que el sector de eventos es uno de los damnificados por los ajustes presupuestarios, poco a poco vaya recuperando su identidad. La tarea de un profesional del protocolo abarca muchas funciones y la mayoría desconocidas por la sociedad.
Entre todos, reivindiquemos nuestro sitio.