La comparecencia en rueda de prensa por parte del presidente del Gobierno y de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, tras su encuentro oficial en la sede de esta institución, ha impactado más por las declaraciones en sí de sendos políticos, por la escenografía montada en el lugar elegido para esta aparición pública.
Veinticuatro banderas de España y de Madrid, ha sido el llamativo fondo a efectos de cortinaje, del escenario habilitado en el interior de aquellas instalaciones, moqueta roja incluida-color solemne- y dos atriles para ambos intervinientes. Una imagen que nos recuerda la parafernalia norteamericana en campañas y debates electorales y que prodiga hasta la saciedad la exhibición de la emblemática enseña de “barras y estrellas”. Al parecer, la idea de este montaje salió de Moncloa.
No es la primera vez que Pedro Sánchez hace apariciones públicas arropado por la bandera de España, lo que obviamente no deja de ser un mensaje, aunque es cierto que esta moda no la prodiga por cualquier sitio de esta España invertebrada que diría Ortega y Gasset; más que nada, por no molestar, ya que sabemos que en algunas zonas de nuestra geografía, a algunos dirigentes autonómicos le salen sarpullidos si tienen que compartir su espacio con la rojigualda y que para ellos suele ser la cenicienta que tiene que dar prioridad a otras enseñas, de menor precedencia.
Y es que en esto de exhibir la bandera de España, los mandatarios políticos se cuidan mucho de seleccionar donde hacerlo, puesto que saben, como decimos, donde puede molestar su presencia y en ocasiones, en estos sitios, optan por dar preferencia a la exhibición de la enseña autonómica, soslayando la española.
Dicho esto, se llega a la conclusión que para los políticos, el uso de la bandera es una acción o estrategia de marketing con la que transmiten en ese momento un mensaje concreto, obviando, lo que es grave, la aplicación de la Ley 39/1981 de 28 de octubre y que regula el uso de la Bandera de España y otras enseñas.
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Ejemplaridad de los cargos públicos
El Parlamento de Galicia celebró la sesión solemne de apertura de la XI legislatura donde el presidente del mismo, Miguel Ángel Santalices tuvo su habitual protagonismo con su discurso-declaración institucional y cuyo tono ha sido en la línea de su intervención hace cuatro años.
En aquella ocasión, empezaba su discurso pidiendo “que esta sea la legislatura del respeto institucional” agregando que en el ejercicio de sus funciones velaría por ello pidiendo la implicación en esta tarea por parte de todos los grupos de la cámara.
Pues bien, en su reciente intervención abriendo la nueva legislatura, instaba a los integrantes de la Cámara a “dedicar al menos tanto esfuerzo a forjar acuerdos como a escenificar las diferencias”, subrayando que “la ejemplaridad de las personas que ejercen cargos públicos se torna en una exigencia ineludible, tanto en el ejercicio de las responsabilidades que nos han sido encomendadas, como en nuestro proceder cotidiano en el ámbito privado”.
Igualmente, puso de relieve que formar parte del Parlamento de Galicia es “un honor y una responsabilidad que debería situarse por arriba de los intereses partidistas y de los postulados ideológicos en los que, legítima y democráticamente, cada cual milita”. Continuó explicando que hay que seguir esforzándose para “mudar la imagen social del Parlamento de Galicia, con el objetivo último de conseguir que los gallegos conozcan y valoren el trabajo que aquí se hace”, precisando que, “en excesivas ocasiones, la institución es percibida cómo alejada de la calle y desconectada de los problemas reales de la gente”. Enfatizó en que urgía entre todos restablecer el crédito social de las instituciones “a partir de comportamientos individuales caracterizados por la ejemplaridad, la transparencia y la honestidad, con un escrupuloso respeto al marco normativo del que nos dotamos”.
En el colofón de su declaración institucional, M.A. Santalices evocó el clima que predominaba en las sesiones del primer Parlamento de Galicia, invitando a todos los miembros de la Cámara a “inspirarnos en las formas y en el fondo de aquel Parlamento , en el que la precariedad de medios se suplía con un escrupuloso respeto a las formas, una oratoria cuidada y una permanente búsqueda del consenso, como quedó acreditado con la aprobación, por unanimidad, de buena parte del corpus legislativo sobre lo que se puso en marcha nuestro autogobierno”.
Ortega y Gasset escribió “El Parlamento es representación, mero reflejo y sombra de la realidad política exterior” y añade “el único lugar donde no está un pueblo es aquel en que está su representación”.
Nuevos tiempos, nuevos tipos de actos
Otra de las consecuencias del COVID es cómo afecta a nuestro devenir cotidiano en lo que atañe a la participación en la vida social, especialmente en el ámbito sociocultural-espectáculos como cine, teatro, conciertos, exposiciones, etc-. Las nuevas normas contempladas en eso que eufemísticamente el Gobierno ha denominado “nueva normalidad”-que no deja de ser una absoluta redundancia-, obligan a una serie de medidas de índole profiláctica o preventiva que condicionan la organización y celebración de esos eventos.
De esta manera, hay que considerar una serie de circunstancias en cuanto a la gestión de actos abiertos al público y todavía más en función de si éstos se celebran en espacios cerrados o al aire libre contemplando las medidas de distanciamiento de seguridad en salas, pabellones y espacios de acuerdo al aforo definido y delimitando zonas entre pasillos para la circulación de asistentes. Lo mismo en cuanto a prever colas de acceso que estarán debidamente marcadas y en ocasiones disponiendo de catenarias o cintas separadoras y en algunos casos la implementación de sistemas de conteo de personas y control de acceso-tanto automáticas como manuales-.
Es obvio, por otro lado, que los asistentes a cualquier acto, han de disponer a la vista de las normas que han de observar en todo momento y sobre todo las que son obligatorias como sucede con las mascarillas y advirtiendo a propósito del cumplimiento de los protocolos de higiene y distancia de seguridad y la aplicación del derecho de admisión para el supuesto del incumplimiento de dichos protocolos.
Y si ese acto incluye un servicio de catering, también su operativo está pautado, pues debe prestarse en condiciones de seguridad, evitando la presentación a granel de los productos o cualquier forma de disposición que no evite el contacto entre participantes recomendándose el formato en porciones individuales, productos estuchados o empaquetados; cafés e infusiones servidos en vasos desechables cerrados dentro de un buffet atendido por personal.
Los nuevos tiempos postcovid contextualizan cualquier evento cuando es presencial, pues limitan aforos que condicionan la propia naturaleza del mismo y el público asistente tiene que participar mentalizado respecto a que debe observar una serie de pautas preventivas y que en muchos casos afectarán a su relación intersocial con otras personas. Digamos que condiciona la propia calidez intrínseca del acto.
Es indudable que necesariamente será una etapa de transición que no se sabe por cuanto tiempo se va a prolongar, pero mientras tanto, es preciso que cada uno respete estas nuevas normas y pautas sociales de convivencia.