La sesión constitutiva de la XII legislatura ha estado caracterizada por la normalidad y formalidad, como tiene que ser por otra parte y ha estado exenta del elemento espectáculo de la vivida hace unos meses y en la que irrumpieron en la vida parlamentaria nuevas y bisoñas fuerzas políticas más preocupadas de generar impactos mediáticos.
Ha habidos gestos simbólicos como puño en alto o salir a tomar posesión del escaño con una indumentaria poco adecuada, como por ejemplo, los diputados de Compromís que han acudido a la constitución del Congreso con camisetas iguales con un mensaje escrito en valenciano: «No nos resignamos. Otro gobierno es posible».
Y una vez más, la fórmula protocolaria de jura o promesa del cargo acatamiento de la Constitución, que como tal está perfectamente definida en el Real Decreto 707/1979, de 5 de abril, por el que se determina la fórmula de juramento o promesa para la toma de posesión de cargos o funciones públicas, ha sido objeto de innovaciones o variantes protagonizadas por representantes de las organizaciones consideradas populistas o separatistas.
Así, Pablo Iglesias «Prometo acatar esta constitución y trabajar para cambiarla. Nunca más un país sin su gente». Íñigo Errejón además añadió “Por la soberanía del pueblo, la justicia social y una España nueva, per la fraternitat entre els pobles. Porque fueron somos, porque somos serán. Nunca más un país sin su gente». Tania Sánchez «Por las mujeres que lucharon para que nosotras llegáramos aquí y por el futuro de las que seguirán su ejemplo». Xavi Domènech «Por la igualdad, la fraternidad y la libertad». Alexandra Fernández (En Marea) ha acatado en gallego: “Prometo, por imperativo legal, sen renunciar aos principios republicanos, defender ao pobo galego e poner as institucións ao servizio das clases populares porque o pobo é quen máis ordena”.
Carolina Bescansa fue más prosaica: «Prometo acatar esta Constitución y trabajar para cambiarla. Porque no soy de un pueblo de bueyes que soy de un pueblo que embargan yacimientos de leones, desfiladeros de águilas y cordilleras de toros con el orgullo en el asta. Nunca medraron los bueyes en los páramos de España. Nunca más un país sin su pueblo y sin su gente». Toda una licencia poética. Se trataba de tomar posesión en el Palacio de las Cortes, no en la Real Academia de la Lengua.
A ver qué otras perlas y escenas nos depara este nuevo Congreso de sus Ilustres Señorías.
Archivos Mensuales: julio 2016
Iniciativa errática
Persona non grata significa literalmente «una persona no grata» como sinónimo de persona no bienvenida. Para la Real Academia Española es “Persona rechazada por un Gobierno u otra institución”.
Las declaraciones municipales de persona ‘non grata’ no son nuevas. Es un título que originalmente deriva de la jurisdicción diplomática y que está contemplado en el Convenio de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 18 de abril de 1961, y por el cual un Estado puede vetar la entrada a un diplomático a su país. Fuera de este uso diplomático calificar a alguien en estos términos no tiene consecuencias jurídicas y en el caso de los Ayuntamientos carecen de competencias legislativas que les habilite para ello (art. 25 de la Ley de Bases de Régimen local). Estas declaraciones administrativas por parte de un Ayuntamiento han sido cuestionadas en cuanto a su legalidad o legitimidad y recurridas, lo que ha propiciado distintas sentencias tanto del Tribunal Supremo como del Tribunal Constitucional.
Hace unos meses, tuvo mucho eco mediático la declaración de persona non grata por parte del ayuntamiento de Pontevedra del presidente en funciones, Mariano Rajoy. Y más recientemente, el Ayuntamiento de Barcelona quiso hacer lo propio con nuestro monarca, Felipe VI y de paso a la Casa Real, a propuesta de la CUP, grupo que argumentaba que la institución monárquica es «anacrónica, heredera del fascismo y con connotaciones autoritarias hacia los países catalanes». Afortunadamente, la iniciativa, errática, no prosperó.
La cuestión es que las nuevas administraciones públicas que han surgido de un tiempo a esta parte en el mapa territorial español, parece que están más preocupadas por inventar y recrear sus competencias que ocuparse de lo que en realidad es prioritario, que es gobernar pensando en los intereses generales que es para lo que han sido elegidos sus representantes.
Obama
La reciente estancia en España del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha despertado, como estaba previsto, una gran atención mediática. No tuvo tintes de alto protocolo de Estado. Fue una visita en tono “light”. Llegada al aeropuerto (al propio, claro, aunque en suelo español), visita privada a Sevilla, encuentros en Moncloa y en Palacio Real y regreso.
Hay visitas de Estado que se desarrollan envueltas en toda la pompa y ceremonia inherentes al sentido protocolario de las mismas, incluso con dirigentes de menos entidad. Pero es que fue tan atípica la visita que hasta nuestro monarca se desplazó a la Base Aérea de Torrejón de Ardoz para recibir al presidente estadounidense, lo que no es habitual y ha provocado los lógicos despistes protocolarios, si bien la parte institucional se desarrolló en el Palacio Real.
Incluso se programó en esta breve estancia de Obama en España unas brevísimas entrevistas con los líderes de las tres fuerzas parlamentarias más relevantes, a margen del partido en el poder, PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos. Fue un encuentro de cortesía, dado que se prolongó un poco más allá del saludo.
Y es que parece que esta visita ha respondido más a la situación en que se encuentran estos gobernantes, puesto que Barack Obama está en la recta final de su legislatura y por lo tanto, se despide de la presidencia de EEUU y en España ya sabemos que tenemos un Gobierno en funciones y una estructura de poder legislativo pendiente aún de constituirse, por lo que la única figura que desempeña su papel sin ninguna interinidad es precisamente la del Estado, o sea, nuestro rey Felipe VI.
Eso sí, pudimos ver la exhibición conjunta de las banderas de ambos países, tanto en el aeródromo de la base norteamericana como en los Palacios Real y Moncloa, respetando la precedencia del país invitado.
A ver si el próximo presidente-o presidenta-de Estados Unidos, realiza una visita institucional en toda regla, con el boato y la ceremonia propia y ya con un Gobierno y un Parlamento constituidos. Porque, la verdad, tampoco es que se prodiguen mucho estas visitas a nuestro país…
Un tipo educado
Vicente del Bosque ha dejado huella en el ámbito deportivo y especialmente al frente de la selección española de fútbol. No obstante, queremos también resaltar otro aspecto donde ha destacado: un ejemplo de buena educación.
Esa bonhomía es un activo de este profesional quien ya ostenta el título del Marqués de Del Bosque, concedido por el rey Juan Carlos I, valorando su «gran dedicación al deporte español y por su contribución al fomento de los valores deportivos que merecen ser reconocidas de manera especial». Conocida esta concesión, él mismo reconocía que le dan “corte y apuro” tantos títulos y distinciones hacia su persona, lo que pone de manifiesto su sencillez.
Pero además, también recibió otras distinciones como la de Doctor Honoris Causa por la Universidad Pontificia de Salamanca reconociendo que es un “modelo de convivencia” y porque ha demostrado al mundo que una escuela de fútbol puede ser también una escuela de valores o el Premio Especial Escuelas Católicas de Castila y León por ser un “Maestro Ejemplar” y por su activa difusión de la educación, el respeto y otros valores sociales a través del deporte y específicamente en “su defensa constante de la solidaridad, el respeto, la tolerancia, el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina y la modestia desde su posición pública son un ejemplo de conducta para todos, para nuestros alumnos y para los centros educativos que persiguen el mismo objetivo que Del Bosque: educar en valores con hechos».
El propio Vicente del Bosque reconocía que “la educación de tus propios hijos no es tan fácil. Quieres lo mejor para ellos e intentas que sean buenos chavales y sean felices. De eso se trata. Dirigir a la selección tiene dos cometidos principales: desarrollar la estrategia deportiva (elegir a los jugadores, el esquema de juego…) y gestionar personas. Y a veces, lo digo despacito, hemos tenido influencias que no han sido nada buenas para la convivencia”.
Preguntado acerca de la influencia positiva y el juicio ético que genera su persona, respondió que “quizá más los jugadores, que tienen mucha importancia porque los niños tratan de imitar todo lo que hacen (un control, un pase, una parada…) hasta imitan la celebración de un gol y cuando se comportan mal eso llega a los chavales. Intento ser lo más moderado posible en mi labor y en el banquillo porque incluso yo me siento incómodo cuando me veo por televisión haciendo algo que no se corresponde conmigo”.
Don Quijote y las buenas maneras
Ahora que este año se conmemora la efemérides de Miguel de Cervantes es un momento oportuno para redescubrir su obra universal, “Don Quijote de la Mancha”. Y la redescubrimos haciendo una interpretación diferente de la lectura de esta obra donde el autor ha plasmado la realidad social de la España que vivió.
De la misma pueden extrapolarse contenidos referidos a todo aquello que se entiende por buenos modales o, en decir antiguo, “tener buena crianza”, palabra ésta que figura reiteradamente en el texto cervantino.
De esta interpretación que se hace de la lectura de la obra, el autor ha conformado una publicación en la que, extrapolando los principios caballerescos que sustentan al personaje principal de la novela y pasajes del relato, pone de manifiesto toda una retahíla de costumbres de la época que ponen de relieve códigos de buena conducta y decoro social con los hábitos de aquella sociedad donde mantener la compostura era importante, empezando por las clases altas donde la cortesía era su lenguaje diario.
Obviamente, sin llegar a ser un Tratado o Manual de Buenas Maneras o siquiera costumbres, en El Quijote hallamos constantes alusiones a las prácticas sociales que estaban vigentes, lo que se entiende por “usos sociales” que configuraban la escena de la sociedad cervantina.
Tratamientos, cortesías, saludos, precedencias… las normas esenciales de civilidad y decoro al uso, puestas en boca de los personajes de la novela. Hay que tener en cuenta la época en que transcurre el relato y los hábitos sociales que imperaban en aquella España de la monarquía de los Austrias, desde su forma de vestir hasta la comida, pasando por la sociedad nobiliaria, la Corte, la Universidad y capas sociales menos favorecidas como los pícaros o mendigos. Se describe un retrato social acorde con el escenario en el que se desarrollan las peripecias de los personajes quijotescos.