Artículos, parlamentos

UN FORO PARA DESAFUEROS

El pasado debate sobre el Estado de la Nación, ha puesto de relieve el estado de la crispación de esta nación. La elegancia parlamentaria apenas aparece. Los buenos oradores se pierden en disparates verbales que rayan, cuando no lo son, en el insulto y, sobretodo, en la descalificación.
Aquel Congreso de los diputados donde abundaban las florituras en las expresiones, en el respeto al adversario, queda para tiempos pretéritos.
José María Pemán, escribió sobre “el templo de las leyes”: “En España los Congresos de los Diputados siempre han sido una gran tertulia política, donde se decían bonitos discursos y se divagaba sobre todo lo humano y lo divino. Desde allí jaleaba a los oradores. Y estos, arrastrados por el aplauso, pensaban en lucirse más que en hacer cosas prácticas para España”.
Un recuerdo. Hoy, los parlamentarios que dominan el arte de la oratoria, se diluyen en el conjunto de los escaños. El público-votante- sólo percibe las vejaciones y los ataques verbales. Al final, lo más importante, que es conocer cómo está esta nación llamada España, queda en la inopia y relegado a un último plano.
Muchas veces hemos comentado que el Congreso, como ocurre con cualquier otra cámara de representación, se convierte en un magnífico y providencial escaparate para la proyección pública de quienes ocupan un escaño, por eso actúan, interactúan y sobreactúan. O lo que es lo mismo, son actores interpretando su papel en la obra que le ha tocado. Como decía Oscar Wilde “La tierra es un teatro, pero tiene un reparto deplorable”.
Y si hacemos un feeback de las sesiones parlamentarias, recopilamos escenas donde las ilustres señorías (el tratamiento se lo confiere el cargo, no la persona), esgrimiendo desde la bancada zapatos, candiles, carteles, camisetas o banderas, como por ejemplo hizo en el pasado pleno del gran debate un diputado socialista cuando el presidente del Gobierno aludía a la situación de la comunidad de Andalucía.
Lo dicho. Un show parlamentario donde las formas prevalecen sobre el fondo y el debate de contenidos se convierte en un debate de modos.

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